El lugar es bonito, muy limpio, entrando a la derecha se puede apreciar el taller de trabajo, y a la izquierda las vitrinas muestran la belleza y perfección de pastelillos y panes.
Desayune un croissant perfecto, de alveolos bien logrados, por la mantequilla pero demuestran precisión en tiempo de horneado y temperatura, pues son crocantes al centro. De relleno un huevo benedictino, en su punto y con la holandesa muy bien hecha. El jugo de manzana y el café expresso deliciosos.
Atiende el propietario, muy atento y amable.